Beltenebros, Antonio Muñoz Molina

La ambigüedad de la traición es el motor de una intriga policíaca que constituye el tema aparente de Beltenebros. Sin embargo, lo que en realidad encubre es el desorientado transitar de los personajes por una fascinante galería de espejos en la que se reflejan el amor y el odio, el pasado y el presente, la realidad y la ficción, en un trepidante claroscuro de corte premeditadamente cinematográfico que mantiene al lector bajo su hipnosis hasta el último renglón del libro.
 
  Convocado por una organización comunista subversiva, Darman, antiguo capitán del ejército republicano exiliado en Inglaterra, regresa a Madrid para ejecutar a un supuesto traidor a quien no ha visto nunca. En los lóbregos escenarios de la clandestinidad, emprende con desgana un periplo trepidante en pos de su víctima del que una misericordiosa cabaretera, viva imagen de una mujer a la que amó, tratará de desviarlo.
 
  En Beltenebros, el arte de narrador de Muñoz Molina, su vigorosa maestría técnica y su estilo preciso y envolvente alcanzan un grado extremo de plenitud y de tensión expresiva cuyo logro admite escasos parangones en la narrativa española contemporánea.

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Pilar Miró, en 1991 la lleva al cine, con un guión realizado por la directora, Mario Camus y Juan Antonio Portos.

<<Vine a Madrid para matar a un hombre a quién no había visto nunca. Me dijeron su
nombre, el auténtico y también algunos nombres falsos que había usado a lo largo de su vida
secreta, nombres en general irreales, como de novela, de cualquiera de esas novelas
sentimentales que leía en aquella especie de helado almacén,una torre de ladrillo próxima a
los raíles de la estación de Atocha donde pasó algunos días esperándome porque yo ya era el hombre que le dijeron que vendría, y al principio me esperó disciplinadamente, muerto de frío, supongo, y de aburrimiento y tal vez de terror, sospechando con certidumbre que algo se estaba tramando contra él, desvelado en la noche, bajo la única manta que yo encontré luego en
la cama, húmeda y áspera, como la que usaría en la celda para envolverse después de los
interrogatorios, oyendo hasta medianoche el eco de los altavoces bajo la bóveda de la estación
y el estrépito de los trenes que empezaban a llegar a Madrid antes del amanecer… >>

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